29-03-2021 A lo largo de la historia, diversas enfermedades han puesto en jaque al conjunto de la humanidad con una expansión acelerada y extensa que les ha valido el sobrenombre de “pandemias”. Sin embargo, su incidencia y mortalidad ha variado enormemente. La pandemia de coronavirus es descrita muchas veces como una crisis global nunca antes vista. Los contagios y la expansión de la enfermedad no parecen conocer fronteras ni clases sociales y están poniendo al mundo ante el espejo de la globalización. Las profundas interconexiones de la economía global ayudan a la expansión del virus, pero también existe a priori más coordinación e intercambio de información que nunca para prevenir el impacto de las pandemias.
Sin embargo, y a pesar de que aún no conocemos el dibujo completo ya que el virus continúa en plena expansión, la COVID-19 está muy lejos de ser la enfermedad más mortífera a la que se ha enfrentado la humanidad. Tampoco es la primera pandemia global, aunque es cierto que quizás haya sido la que se ha expandido por los cuatro puntos del planeta con mayor rapidez.
Eso sí, ¿qué entendemos exactamente por pandemia? Según la Organización Mundial de la Salud, una pandemia es “la propagación mundial o a lo largo de un área geográficamente extensa de una nueva enfermedad”. Es decir, hablamos de una epidemia, que es una enfermedad que ataca a un gran número de personas en un mismo lugar y durante un mismo período de tiempo, pero a escala mundial.
La clasificación establecida en este artículo se hace por estimaciones de número de muertos, ya que muchas de las peores epidemias a las que se ha enfrentado el hombre son de épocas en las que llevar un recuento exacto de fallecidos era directamente imposible. Sin embargo, gracias a testimonios directos y diversas fuentes, los historiadores han sido capaces de presentar un relato bastante fidedigno del impacto real de pandemias que ocurrieron hace siglos.
A continuación, repasamos algunas de las peores pandemias de la historia, desde la época de la Antigua Roma a nuestros días.
Peste negra: 200 millones
La pandemia más mortal de la historia aparece a partir de mediados del siglo XIV. Aunque ya había habido otras plagas consideradas como “peste,” la que apareció en Europa en 1347, la conocida como “muerte negra”, debido a las manchas y bubones pestilentes de ese color que la enfermedad hacía aparecer por todo el cuerpo, superó todo lo conocido anteriormente. Introducida por marinos, esta enfermedad comenzó en el puerto mediterráneo de Mesina (Italia), pero se extendió muy rápidamente, llegando a Inglaterra, Alemania y Rusia en 1350.
La enfermedad era altamente infecciosa y saltaba de una persona a otra como un reguero de pólvora: durante un lapso de tiempo de apenas de unas décadas, se estima que un tercio de la población de Europa, entre 75 y 200 millones de personas, falleció por causa de la peste. Una terrible mortalidad que no aguanta comparación con ninguna otra pandemia de la historia. Aunque se desconoce el origen exacto de la “muerte negra”, la teoría más extendida actualmente es que la enfermedad la provocó el bacilo Yersinia pestis, y se transmitía a través de las pulgas de las ratas.
El profundo impacto de esta epidemia fue lo que favoreció el nacimiento de medidas extremas de control de infecciones, que muchas veces condenaban al destierro o incluso la muerte a los infectados. Pero, sobre todo, la peste negra impulsó una innovación clave: la cuarentena, que aparecería en 1377 en otra ciudad del Mediterráneo: Ragusa, la actual Dubrovnik.
Viruela: ~56 millones
Aunque las cifras de fallecidos están lejos de las de la peste negra, la viruela fue una enfermedad infecciosa que estuvo presente en las sociedades humanas durante siglos. Conocida desde la época romana, causaba una enorme mortalidad y no existía ningún tipo de tratamiento general contra sus síntomas: unas erupciones muy dolorosas en la piel, pústulas y fiebre. Además, la viruela afectaba sobre todo a niños y recién nacidos, siendo durante mucho tiempo uno de los principales causantes de mortalidad infantil.
La enfermedad se propagó a lo largo de la historia a través de brotes periódicos: en la Europa del siglo XVIII se estima que unas 400.000 personas morían cada año por viruela y un tercio de los supervivientes desarrollaba ceguera. Sin embargo, en esa época, las investigaciones del británico Edward Jenner llevaron a la aparición de la primera vacuna, que derivaba su nombre precisamente del ganado del que se extrajo la cepa que permitía inmunizar al ser humano contra este virus.
Aun así, la viruela siguió siendo un problema importante en el siglo XX en países en vías de desarrollo, hasta que las primeras campañas de vacunación mundial impulsadas por la ONU llevaron a su erradicación en 1980.
Gripe española: 40-50 millones
Esta enfermedad, que supuso la última gran pandemia a la que se ha enfrentado la humanidad de manera colectiva hasta la llegada del coronavirus, se originó con toda probabilidad en campamentos militares de Estados Unidos. Sin embargo, el fuerte control sobre los medios que impusieron muchos Gobiernos durante la I Guerra Mundial hizo que el primer sitio donde de verdad se reportó la terrible incidencia de la pandemia fuera España, que no combatía en el conflicto mundial, por lo que el sobrenombre de “española” llegó para quedarse.
La pandemia estuvo causada por un brote del virus de la gripe tipo A, subtipo H1N1 que, a diferencia de las gripes conocidas hasta el momento, no afectaba sobre todo a niños y ancianos, sino también a jóvenes y adultos con buena salud. Aunque los historiadores difieren sobre la mortalidad exacta, la mayoría de las estimaciones sitúan la cifra de muertos entre los 40 y los 50 millones de personas.
Portadores de la Cruz Roja llevan un cuerpo durante la gripe española, en 1918.
Los síntomas propios de esta enfermedad eran fiebre elevada, dolor de oídos, cansancio corporal, diarreas y vómitos ocasionales. Aun así, la mayoría de las personas que fallecieron durante la pandemia sucumbieron a una neumonía bacteriana secundaria, ya que no había suficientes medicamentos disponibles a causa de la guerra. Sin embargo, en el verano de 1920 el virus desapareció tal y como había llegado, gracias en gran medida al desarrollo de la inmunidad de grupo.
Plaga de Justiniano: 30-50 millones
Entre los años 541 y 549, en el todavía Imperio Romano de Oriente surgió una enfermedad que provocó la muerte a entre 30 y 50 millones de personas, es decir, entre el 13% y el 26 % de la población estimada en el siglo VI. El motivo: la plaga de Justiniano, una enfermedad desconocida que causaba alta fiebre y manchas pestilentes en todo el cuerpo, síntomas que hacen a los historiadores creer que probablemente se trató de una cepa de peste similar a la que asolaría Europa unos siglos más tarde.
La pandemia fue recurrente en torno a los puertos del Mediterráneo hasta aproximadamente el año 750, causando un gran impacto en toda Europa. Su nombre viene del emperador romano Justiniano I, que regía entonces el Imperio bizantino y fue afectado por la enfermedad pero sobrevivió. Eso sí, su incidencia en África y Asia la convirtió en la primera pandemia global de la historia.
La causa, aunque también es discutida por la falta de datos concretos, fueron también las pulgas de las ratas, que transmitían el bacilo de Yersinia pestis que luego infectaba a los humanos.
VIH/SIDA: 25-35 millones
La única pandemia de esta lista que sigue en activo, aunque su tasa de mortalidad se ha reducido mucho gracias al descubrimiento de diversos tratamientos que permiten prácticamente hacer vida normal a los enfermos. El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es un virus que se propaga a través de determinados líquidos corporales y ataca el sistema inmunitario del cuerpo, causando una enfermedad que se conoce como síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), que hace que el ser humano pierda su capacidad de luchar contra las infecciones y las enfermedades.
Aunque se desconoce su origen exacto, el consenso científico cree que es muy probable que este virus saltara de los chimpancés a los humanos en África, en un proceso que se conoce como zoonosis. Ocurrió en algún momento del siglo XX, pero no se descubrió la enfermedad hasta 1983 y durante años estuvo injustamente asociada a la población homosexual, lo que provocó un importante estigma para cualquier persona inmunodeprimida, sobre todo en Estados Unidos. Eso sí, el SIDA en sí no mata al enfermo, sino que lo hace extremadamente vulnerable a otras enfermedades por la destrucción del sistema inmune.
Aunque aún no existe vacuna o tratamiento que elimine del todo la enfermedad, los antirretrovirales permiten detener la progresión del ciclo vital del virus y proteger frente a infecciones, aumentando en muchos años la esperanza de vida de los infectados con VIH. Sin embargo, el alto coste de los medicamentos hace que el SIDA siga siendo una pandemia con consecuencias muy graves en países poco desarrollados: en 2018, casi medio millón de personas murieron por su culpa solo en África.
|