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02-07-2019
TESTIGOS DE UN MOMENTO IRREPETIBLE
Se hizo la observación del eclipse en el predio ubicado sobre la avenida San Martín. Muchas personas se concentraron para ver este fenómeno.

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Y casi en el final del fenómeno, la gente pudo observar el eclipse. Hubo que esperar que se despejara el cielo, fueron apenas unos minutos, pero valió la pena. Considerando que un eclipse de sol de la manera en que se vio en Alberti se va a poder observar en más de 100 años.

Se hizo esperar, y mientras tanto, frío, mates, música, y los alumnos de la Escuela Secundaria Nº 2 que habían armado dos carpas para ilustrar a quienes se acercaban queriendo saber del eclipse, les contaban, les mostraban maquetas y les proyectaban en una simulación en computadora lo que estaba pasando. Y que todavía no se podía ver…

El cielo poco a poco fue cediendo, las nubes se empezaron a despejar, era poco el tiempo, pero suficiente como para apreciar el fenómeno. A esta altura, ya se habían repartido los anteojos especiales para ver el eclipse, los dos telescopios tenían largas colas de interesados en ver mucho más cerca el fenómeno.

Y lo observamos, lo fotografiamos, lo filmanos. Fue único, breve, muy impactante. Y de repente la luna apagó al sol. Por apenas segundos se volvió noche, sobrevino un aplauso y todos los que estábamos ahí sentimos que estábamos siendo parte de algo único. Había que estar observando para sentir esa sensación, directa, única, donde cobra dimensión esa frase que señala que hasta el más pequeño puede vencer al más poderoso. En este caso fue la luna que apagó por algunos segundos al sol.

Y fue en ese instante donde dijimos: valió la pena. Soportar el frío, esperar, estar ahí, para ser parte de una platea imaginaria que observó de qué manera se producía un momento mágico. Que quedará grabado, no sólo en los registros de las imágenes, quedará muy presente en nuestra retina y en nuestra memoria.

Lo vimos, lo sentimos, lo disfrutamos. Los niños que en la previa habían palpitado ese momento haciendo dibujos en el lugar de la observación, y los adultos a los que nos los detuvieron las bajas temperaturas, estuvieron ahí.

Y en medio de esta mezcla de sensaciones, el alivio del profesor Marcos Santarossa que finalmente pudo cristalizar lo que venía proyectando. No fue como lo esperaba, no todos tuvieron tiempo de observar en el telescopio, pero lo vieron, con los anteojos, con las cajas que prepararon para realizar una observación diferente.

Fuimos partícipes de un momento irrepetible… Sentimos por algunos minutos que todo es posible. Y si no, pregúntele a la luna que se animó tapar el sol.
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