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26-12-2020
LA FIESTA EN EL PARQUE Y SUS DERIVACIONES
Ante la decisión de la provincia de dejar sin efecto la autorización, era previsible que iba a producirse un hecho de estas características.
La madrugada del 25 de diciembre la fiesta se hizo en el parque. Estaba autorizada, no. Hubo algún organizador, no. Estaba permitida, tampoco. Los jóvenes se convocaron y lo hicieron desafiando lo que no estaba habilitado.

El Estado Municipal podría haberla impedido, seguro. La Policía podía haber intercedido, no hay duda. En tren de desarrollar hipótesis, también hay que decir que la interrupción de esta concentración de jóvenes posiblemente hubiese derivado en que se fueran a otro lado o se hubiese corrido el riesgo de generar desmanes.

¿Qué falló? La falta de previsibilidad ante un hecho que iba a pasar. Porque al no existir un lugar donde pudieran divertirse, los jóvenes iban a elegir uno para encontrarse, para beber, para bailar. Ya lo habían hecho los días previos eligiendo el parque como lugar.

¿Fue oportuna la decisión de la provincia de prohibir las fiestas de hasta 200 personas dos días antes de Navidad? De ninguna manera. Cuando se estaba trabajando en organizar las fiestas, en tener cierto control de la situación, llegó la decisión del gobierno provincial y con ella la situación quedó librada a lo que suceda. Y sucedió: una gran convocatoria en el parque, con consumo de alcohol, con un tendido del alambrado de la pista de sortija por el suelo, un caño dañado de la bomba de agua del pozo que se encuentra en ese lugar y una gran cantidad de basura diseminada en el sitio de concentración.

Estaba permitida, no. Pero pasó. Puede resultar muy peligrosa para la situación sanitaria de Alberti, ojalá que no. ¿Qué se puede considerar sobre el hecho ya consumado? ¿Hacer contravenciones a todos los que fueron? ¿Aislar a todos los que asistieron?

Nada de lo que se decida penando, va a surtir efecto. Esta fiesta deja en evidencia que los jóvenes no están dispuestos a resignar su diversión por el temor a contagiarse. Ya no existe en la mayoría ese compromiso de mantener las medidas sanitarias para evitar contraer la enfermedad y transmitirla a los demás.

Nadie está en contra de la diversión de los jóvenes, pero de esta manera, en la clandestinidad, puede ser muy peligrosa. No hay seguridad, se consume alcohol de manera desmedida, se manipula energía eléctrica sin los recaudos y no existe nadie que se haga responsable de velar por quienes asisten a esta convocatoria.

¿Debería ser el Estado? En gran medida. ¿Deberían ser las familias? En gran medida. Está claro que con prohibir no se logra nada, es tiempo de buscar que como en su momento todos hemos asumido que si no nos cuidamos no controlamos al virus, se vuelva a actuar de la misma forma aunque esto implique resignar algo de diversión.

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