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17-02-2023
SOBRE "LA NOCHE EXTRAVIADA", DE CORA BARENGO
Emanuel Bibini analiza el libro que será presentado en el mes de marzo. El prólogo lo escribió Alejandro Dolina.
Que la poesía es filosofía en verso ni lo he descubierto yo ni es cosa nueva. A través de distintos autores, (que han desarrollado su obra en distintas épocas), diversos versos —esta cacofonía tiene toda la intención de serlo— han atravesado no solo las mentes, sino los corazones de quienes son amantes de leer poesía. Cualquiera se siente un rato en el infierno si lee la Comedia dantina, cualquiera parece espectador o acaso partícipe de la guerra de Troya si lee la Ilíada de Homero. ¿Quién me negará que cualquiera se preciará de desdichado si escucha alguna letra de Discépolo?, Y, amigos, ¿me dirán ustedes que no les gustará acaso un poquito más el mar luego de haber leído a Alfonsina —hay gente que se ha enamorado del mar a través de los versos de Alfonsina, sin conocerlo—? Decir mucho, o, lo que es más: decir cosas profundas en pocas palabras en un arte que solo pueden ejecutar de manera acertada los buenos poetas. Este es el caso de Cora Barengo. El libro al que me refiero se intitula LA NOCHE EXTRAVIADA y ha sido prologado nada menos que por Alejandro Dolina. El literato nos advierte a los lectores sobre la imperiosa necesidad que el poemario tiene de contar con mentes «compañeras de alta complejidad». Verdad dice. Y yo diré aquí que se hace difícil no emocionarse leyendo los poemas que la autora nos ha brindado en este libro. Y digo brindado porque nos ha regalado, al publicarlos, parte de sí misma. Algunos de los versos son dardos encendidos, acaso de amor, de nostalgia, de tristeza. Algunos son una espada que directamente traspasa el alma (nos duelen las verdades que dice, pero nos duele porque son verdades). Hay aquí líneas tan geniales que necesitarían de un análisis, o que nos invitan a un análisis interno, una introspección. Quiero decir que no está nada mal extraviar nuestra noche leyendo y releyendo este libro. ¿Qué pude pensar yo cuando leí: «No hay anestesia contra el pensamiento»?, ¿qué pude pensar?, repito. Pues lo siguiente: «esta mujer ha encontrado en pocas pero sublimes palabras una verdad implacable». Luego ¿es triste que no haya anestesia para el pensamiento?, quedará en quien lo lea meditar sobre eso y acaso conjeturarlo, la autora no nos lo dice. Pero obsérvese que de ese solo verso puede desprenderse un conocimiento profundo de la condición humana. Sigo con otro ejemplo: «ansío un descanso de mí». ¿Y por qué la emoción?, porque la poeta hace partícipe de sus versos al lector, entonces yo le respondo al libro, es decir, a la poeta: ”¡yo también ansío un descanso de mi”!

Cabe agregar a todo esto la delicadeza de la pluma de Cora, que se nota al hojear las primeras líneas. Siempre he dicho que la buena poesía pone de manifiesto la condición humana. Los versos de este poemario serán azote o serán bálsamo, pero a nadie dejarán indiferente. Este libro, estimados, es buena poesía. Y me atrevo a recomendárselos, ya que extraviarnos como Cora, tal vez sea una forma de encontrarnos.
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