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27-12-2011
A FAVOR Y EN CONTRA DE LOS TRANSGENICOS
Los alimentos transgénicos, modificados genéticamente, se han convertido en centro de atención, no sólo por parte de los científicos, sino también de los consumidores que, alertados por organizaciones ecologistas, se muestran reacios a consumirlos. El debate se centra en los posibles riesgos que tienen para la salud humana y para el medio ambiente.

Los alimentos transgénicos u organismos genéticamente modificados (OGM) son productos que se crean a partir de la aplicación de la biotecnología. Son el resultado de la transferencia de genes de un organismo con un rasgo determinado a otro, de forma que se crean organismos inexistentes en la naturaleza.

Los que están a favor de los alimentos transgénicos señalan que la práctica de la mejora genética en las plantas y animales se realiza desde que el mundo es mundo. La dieta de los seres humanos se ha ido enriqueciendo con la selección natural de las mejores cosechas o animales, aumentando de este modo la productividad. La selección de los animales más fuertes y resistentes a las enfermedades, o la fermentación en los yogures o el pan, que son ejemplos de alimentos modificados de forma natural, son técnicas que el hombre ha empleado desde los albores de la humanidad y, sin saberlo, estaban aplicando la biotecnología. De esta manera, los seres humanos han luchado por la supervivencia de la especie ante las dificultades que se le presentaban.

Las técnicas aplicadas a las plantas, permiten cultivos más resistentes a plagas y al clima adverso. Además que los frutos poseen más calidad de color, sabor, nutrimentos. En definitiva, se aumenta la producción de alimentos y se puede luchar eficientemente contra el hambre mundial.

Otro punto positivo son las ganancias económicas que se generan con la mayor producción. En Argentina hace 15 años que se realizan cultivos transgenicos y en ese lapso (1996/2011), han dejado un beneficio económico acumulado de miles de millones de dolares y ha convertido al país en líder en la utilización de cultivos modificados.

Los cultivos autorizados para su siembra, consumo y comercialización en el país, según informa el Consejo Argentino para la Información y Desarrollo de la Biotecnología, son:

● Soja tolerante al herbicida glifosato y al glufosinato de amonio.
● Maíz tolerante al herbicida glifosato y al glufosinato de amonio.
● Maíz resistente a insectos lepidópteros o Bt. y tolerante al herbicida glufosinato de amonio.
● Maíz resistente a insectos lepidópteros (Bt) y tolerante a los herbicidas glifosato y glufosinato de amonio.
● Algodón resistente a insectos (Bt) y tolerante al herbicida glifosato.

Quienes están en contra de los alimentos transgénicos sostienen que la diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten traspasar las barreras entre especies para crear seres vivos que antes no existían en la naturaleza. Se trata de un experimento a gran escala basado en un modelo científico que está en discusión ya que el conocimiento sobre el funcionamiento de los genes es todavía muy limitado y las técnicas actuales de ingeniería genética no permiten controlar los efectos de la inserción de genes extraños en el ADN de un organismo.

Según Greenpeace los transgénicos llevaron a que la frontera agrícola avance sobre los bosques nativos, lo que produjo pérdida de biodiversidad, se concentró la tenencia de la tierra, aumentó considerablemente el uso de agroquímicos, se contaminaron los suelos y se perdió soberanía alimentaria.

En cuanto a los riesgos sanitarios a largo plazo, señalan que los transgénicos presentes en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no han sido evaluados seriamente y su alcance sigue siendo desconocido. Nuevas alergias, y aparición de nuevos tóxicos son algunos de los riesgos que corremos al consumirlos.

Alertan también que el aumento del uso de productos químicos eliminan o afectan gravemente a la flora y a la fauna. Con las plantas tolerantes a herbicidas, el agricultor debe usar cada vez más cantidad de agrotóxicos para acabar con las llamadas "malas hierbas". La presencia de glifosato (el herbicida asociado a la soja transgénica RR de Monsanto) en el suelo, en las aguas y en los alimentos es cada vez mayor.

Finalmente, se señala que los transgénicos exacerban el monopolio de unas pocas multinacionales sobre la producción de alimentos. Sólo un puñado de empresas controlan el mercado de estas semillas y de los productos químicos asociados. Estas multinacionales han patentado sus semillas, cuando la riqueza de la biodiversidad siempre ha sido un patrimonio de los pueblos y nunca ha tenido propietarios que pudieran cobrar a un campesino por utilizar las semillas de sus propias cosechas.

Lejos de constituir un medio para luchar contra el hambre, con los transgénicos han aumentado los problemas alimentarios. Los países que han adoptado masivamente el uso de cultivos transgénicos son claros ejemplos de una agricultura no sostenible. En Argentina, por ejemplo, la entrada masiva de soja transgénica exacerbó la crisis de la agricultura con un alarmante incremento de la destrucción de sus bosques nativos, el desalojo de indígenas y trabajadores rurales y un aumento del uso de herbicidas.

Como conclusión, y más allá de los puntos a favor y en contra, como simples consumidores, sólo queda exigir a los gobiernos y científicos la mayor investigación posible y darnos a la tarea de divulgar estos temas de una manera clara y concisa para promover así la reflexión de sus aspectos sociales, económicos, ecológicos y de salud.
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