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18-01-2012
DARLE SIN PARAR
La adicción al ejercicio o vigorexia es un trastorno en el cual las personas realizan prácticas deportivas en forma continua, con un fanatismo prácticamente religioso, a punto tal de poner a prueba constantemente su cuerpo sin importar las consecuencias.

Esta palabra fue inventada por Harrison Pope, un profesor de Harvard, y se refiere a la sensación que algunos hombres atléticos tienen, caracterizada por la percepción de delgadez. De la misma manera en que un anoréxico se mira al espejo y se siente gordo, el vigoréxico se ve a sí mismo como un enclenque casi esquelético, a pesar de tener músculos perfectamente desarrollados.

Si bien no ha sido definido como enfermedad, se lo cataloga como un trastorno mental no estrictamente alimentario, pero que comparte con la anorexia la patología de la preocupación obsesiva por la figura y una distorsión del esquema corporal.

Los signos más frecuentes son:
● Mirarse constantemente en el espejo y aún así sentirse enclenques
● Invertir todas las horas posibles en hacer deportes para aumentar la musculatura
● Pesarse varias veces al día y hacer comparaciones con otras personas que hacen fisicoculturismo
● La enfermedad deriva en un cuadro obsesivo compulsivo, que hace que el vigoréxico se sienta fracasado, abandone sus actividades y se encierre en un gimnasio día y noche
● También siguen dietas bajas en grasas y ricas en hidratos de carbono y proteínas para aumentar la masa muscular, por lo que corren mayor riesgo de abusar de sustancias como hormonas y anabolizantes esteroides

Las principales víctimas de la vigorexia son los hombres adolescentes, que buscan ganar seguridad y autoestima con un cuerpo musculoso. Y lo peor es que algunos adolescentes suman a las largas horas en los gimnasios y a la dieta, los anabolizantes y esteroides, que pueden causar problemas cardiovasculares.

Con bases similares a la anorexia (de hecho, se la llamó anorexia de los hombres, anorexia reversa o complejo de Adonis), la enfermedad se origina en una fobia social y el miedo a asumir responsabilidades en la vida.

Para detectarlo, se debe saber que el primer síntoma es la retracción social, el sujeto no se comunica con sus pares. Luego, comienzan a surgir las obsesiones por el cuerpo y allí encuentran en el ejercicio una forma de huir de la realidad. Se esmeran mucho por el físico y pasan largo tiempo frente al espejo denotando su obsesión.

En cuanto al tratamiento, los especialistas coinciden en que los profesionales (médicos, deportólogos, nutricionistas, psicólogos) son los que deben estar a cargo del asesoramiento a partir de un trabajo interdisciplinario. También es importante el apoyo y contención de familia y amigos que le devuelva la autoestima a la persona con vigorexia.

El entorno afectivo, amigos y familiares, cumple una función muy importante en su recuperación, al brindarle apoyo cuando intentan disminuir su programa de ejercicios a rutinas más razonables.
Es necesario disminuir el entusiasmo y la ansiedad por la práctica deportiva intensa logrando que se interesen por otras actividades menos nocivas para su cuerpo.

Hacer músculos más grandes tiene mucho que ver con gustar. Ser agradable a la vista y también deseados. Lo absurdo es que -según los estudios realizados- la mayor parte de las mujeres prefieren a los hombres que tienen una constitución física común y corriente. Sí, a veces llama la atención una musculatura formidable, pero de manera no muy distinta a la reacción momentánea que provoca un cartel publicitario con una imagen extremadamente cuidada.
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