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02-02-2012
POLVO SOBRE POLVO
Una tormenta de polvo, tormenta de arena o polvareda es un fenómeno meteorológico común en el desierto del Sahara de África septentrional, en las Grandes Llanuras de Norteamérica, en Arabia, en el desierto de Gobi de Mongolia, en el desierto Taklamakán del noroeste de China, en la zona de la Pampa seca de Argentina, y en otras regiones áridas y semiáridas.

Las tormentas de polvo severas pueden reducir la visibilidad a cero, imposibilitando la realización de viajes, y llevarse volando la capa superior del suelo, depositándola en otros lugares. La sequía y, por supuesto, el viento contribuyen a la aparición de tormentas de polvo, que empobrecen la agricultura y la ganadería.

En EEUU, alrededor del año 1931 la lluvia paró y comenzaron las “ventiscas negras”. Potentes tormentas de polvo que arrastraban millones de toneladas de polvo negro que convertían el día en noche en las llanuras del sur de Estados Unidos. La parte superficial del suelo, que estaba seca, era levantada y arrastrada por el viento en cuestión de minutos. Las nubes eran tan densas que, en ocasiones, los gallos se iban a dormir durante el día, pensándose que era de noche. Era sólo el comienzo de la “Dust Bowl” (cuenca de polvo).

El fenómeno fue uno de los peores desastres ecológicos del siglo XX. El efecto dust bowl fue provocado por condiciones persistentes de sequía, favorecidas por años de prácticas de manejo del suelo que dejaron al mismo susceptible a la acción de las fuerzas del viento. El suelo, despojado de humedad, era levantado por el viento en grandes nubes de polvo y arena tan espesas que escondían el sol.

Los cambios provocados por la expansión de la agricultura podrían ser la causa de esta anomalía. Las gramíneas resistentes a la sequía del ecosistema original de las praderas fueron reemplazadas por los cultivos de trigo que, al fallar por la sequía, dejaron el suelo desnudo originando tormentas de polvo de una magnitud sin precedentes.

«La lluvia sigue al arado», solía decirse. La idea subyacente de que el clima de las Grandes Llanuras -de EEUU- estaba cambiando en respuesta a la actividad humana, se popularizó enormemente en la última mitad del siglo XIX coincidiendo con la ola colonizadora del proceso conocido como «conquista del Oeste». La Ley Homestead aprobada por el Congreso de EEUU en el año 1862 ofreció parcelas gratuitas a los colonos que se establecieran en las Grandes Llanuras un mínimo de cinco años, cultivaran la tierra y construyeran una casa.
Las vacas sustituyeron al búfalo, y fueron reemplazadas más tarde por ovejas. El gran desarrollo de las máquinas de cultivar y, en concreto, la introducción de la hoja de acero sustituyendo a los aperos de hierro que realiza John Deere a partir de 1837, facilitaron el cultivo del suelo, que hasta ese momento habia resultado difícil de arar por su potencia y carácter arcilloso.

La labor del arado fue tan intensa que el ecosistema original de las praderas prácticamente había desaparecido. En el espacio de una vida humana un paisaje fue tomado por el sistema productivista y liquidado. La destrucción de las comunidades de gramíneas que mantenían el suelo cohesionado y atrapaban humedad, dejó el suelo sin protección. La sequía redujo las capas superiores de suelo a polvo que fue desplazado hacia el sur y el este formando nubes gigantescas que acabaron depositando gran parte del suelo en el Atlántico.

En 1937, el presidente Roosevelt ordenó la plantación de “cinturones” de árboles para proteger el suelo de la erosión provocada por el viento. Los árboles se plantaban a lo largo de las vallas que separaban las propiedades o entre los campos formando “windbreaks” (“rompevientos”). El plan se prolongaría varios años y en 1942 ya se habían plantado unos 220 millones de árboles.

En 1938 ya se veían los primeros efectos positivos de todas estas políticas, la pérdida de suelo se había reducido un 65%, pero la sequía continuaba. La solución final vendría del cielo, en otoño de 1939 comenzó a llover.

En nuestro país se están dando cada vez con mayor frecuencia las tormentas de polvo. Los especialistas señalan que el 70% de las tierras argentinas son secas y que no sólo somos "la Pampa húmeda".

“Lo que sucede a nivel nacional es un fenómeno natural y normal, esta es una seca importante y en algunas provincias vienen repitiendose varios años de sequía”.

Claramente el problema climático viene acompañado por la mano humana que con una serie de procesos, entre ellos las sobrecargas en las posibilidades de producción en las tierras secas, el sobre pastoreo, la tala del bosque, el desmonte, etc, colaboran con el trastrocamiento de los procesos naturales del clima.

Es el caso de las plantaciones de monocultivo, como la soja en las provincias del interior afectadas por las fuertes sequías, los agricultores agotan la tierra sin respetar los procesos naturales, lo que hará que en sean cada vez más usuales las tormentas de polvo.
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