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21-03-2012 |
ATLETAS CON DOS SEXOS |
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El desarrollo sexual es un largo proceso que se inicia con la fecundación y que concluirá en etapas posteriores al nacimiento. En el caso de los varones, supone un constante diferenciarse en sentido masculino de un organismo que tiende a madurar como femenino. La cuestión de fondo es que si bien hay dos sexos legales o de carnet de identidad (M o F), la naturaleza no es tan simple y quedan excluidos transexuales e intersexuales, que todavía hoy no tienen reconocida su identidad sexual y de género, viéndose obligados por ley a figurar como «hombre» o «mujer» –no se contemplan más opciones- en su documento nacional de identidad (DNI).
La corredora sudafricana Caster Semenya que ganó una medalla de oro en los pasados mundiales de atletismo de Berlín parece que no tiene ni útero ni ovarios, pero en su lugar tiene dos testículos que producen altos niveles de testosterona. Es decir, Caster Semenya es intersexo. Esto pone a Caster Semenya en una difícil situación, ya que seguramente perderá el oro ganado por culpa de su condición de intersexual, pero esto tampoco quiere decir que le permitan competir con los chicos.
El problema surge con una atleta cuyo «sexo» no es fácil de determinar. A simple vista parece una simpleza aclarar el tema, baste explorar sus genitales y salir de dudas. En el caso de los transexuales, la cosa no es tan simple y hay discrepancias entre la identidad de género percibida (sentirse hombre o mujer) y el sexo legal o asignado en base a unos genitales; claramente de hombre o mujer, en el caso de los transexuales. En el caso de las personas intersexuales, se puede presentar una asignación de género en el momento de su nacimiento —declarándolos hombres o mujeres—, que no se corresponda con sus sentimientos y con su anatomía ambigua.
La ex atleta española María José Martínez Patiño (Vigo, 1961) es una de las tres deportistas españolas con cromosomas XY, que descubrió que tenía la configuración genética de un hombre tras un control de feminidad rutinario en el verano de 1985, durante su participación en las olimpiadas universitarias de Kobe (Japón). La Federación Española de Atletismo primero quiso ocultar su caso, luego fue apartada de la selección y despojada de títulos y marcas.
Otro caso es el de María Torremadé. En la España de posguerra de los 40 no se advirtió que, en realidad, María era Jordi. Sus padres la criaron como una niña, pero nunca se sintió tal.
Tambien Léa Caurla (Francia) que fue campeona de Francia de 100, 200, 800 y pentatlon fue medallista de bronce en los 200m y plata con el relevo en los Europeos de 1946. Años después pasó a ser Léon y fue padre de familia. Una de sus "compañeras" de relevo fue Claire Bressolles, que también subió al podio de los 100m como tercera. Ella se convirtió en Pierre, hizo el servicio militar y también tuvo hijos. Las medallas y marcas de ambas siguen en los palmarés.
Independientemente de la polémica que han suscitado los casos, la intersexualidad consiste en la presencia simultánea de características sexuales masculinas y femeninas.
Esto no significa que ambos órganos genitales se desarrollen por igual, sino que presentan órganos típicos con diferentes manifestaciones físicas: abertura vaginal, que puede estar parcialmente fusionada, pene o clítoris, más o menos desarrollado, y ovarios o testículos, normalmente internos.
Lo cierto es que la persona intersexual determina su propia identidad de género como cualquier persona, no basándose sólo en aspectos físicos como los órganos que haya desarrollado en mayor proporción. Es decir, que aunque tengan genitales masculinos pueden sentirse mujeres y viceversa.
Por eso, poner una frontera biológica no es, en general, nada fácil, y el argumento de las ventajas innatas es extremadamente peligroso. "No discriminamos a las mujeres muy altas
[que lo son porque tienen una determinada configuración genética] y decimos que no pueden competir porque lo son. Ni discriminamos a los corredores que tienen una elevada prevalencia de fibras rápidas", dice Genel. Este último es el caso de los velocistas negros, por ejemplo, que según todos los estudios parten de una ventaja genética sobre los blancos sin que nadie -todavía- haya planteado hacer dos competiciones diferentes. ¿Cuál es la solución? Para Genel, está claro: "Si han nacido y crecido como mujeres y piensan en sí mismas como mujeres, yo diría que se les debe dejar competir como mujeres".
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