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13-06-2012
CON SU FAMILIA EN BOLZANO
Daniel García lleva diez años instalado en una provincia de Italia que está muy próxima a Alemania y Austria.

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“Creo que sono 13.500 kilómetros los que me separan de Alberti”. Esta frase que tiene algo de nostalgia y el castellano que se mezcla con el italiano nos acerca a Daniel García. Un albertino que reside en Bolzano, una provincia ubicada al norte de Italia.

¿Cuánto hace que están en ese lugar?

-Llegamos en marzo de 2002, ya hace diez años. Vivimos en un lugar muy industrial, en el que se habla el alemán y el italiano ya que antes de la primera guerra mundial pertenecía a Austria y después Italia se los ganó. Pero siempre se mantuvo el bilingüismo.

¿Residen en un pueblo?

-Bolzano tiene 500.000 habitantes, la capital unos 120.000 y nosotros estamos en la montaña a unos 400 metros de altura y a 8 kilómetros de la ciudad. Es en la frontera con Austria, a 70 kilómetros estamos en el otro país.

¿Es una coincidencia o tiene que ver que su señora viviera en Alemania?

-Después de la crisis del 2001, nosotros trabajábamos como administrativos en el Hospital Alemán y queríamos emigrar de la ciudad. Acá había otro albertino, Antonio Russo, y mi señora tenía la hermana en Alemania. Había dos posibilidades: Italia o Alemania. Por una cuestión de idioma, fuimos a los dos lugares, y nos quedamos con Italia.

¿Dónde trabaja?

-Estoy en una empresa que fabrica etiquetas, hacemos para muchas marcas y firmas importantes. Nada que ver con lo que hacía en Buenos Aires.

¿Qué hace su esposa?

-Ella se desempeña en una asociación, es un buen lugar. Ella tiene muchas más ventajas, ella se maneja los horarios. (En esta respuesta Daniel pide disculpas porque se le mezcla el alemán con el castellano, hasta que encuentra la palabra para completar la frase).

¿Cómo impactó la crisis en la empresa donde trabaja?

-Hay dos sectores en la fábrica, yo estoy en la parte de diseño y hay un sector en el que estampan las etiquetas. En ese sector impactó, y mucho, la crisis. A nosotros no nos afectó tanto porque lo que hacemos es darle valor agregado. Si el producto no se vende, no se vende la etiqueta.

¿Cambió la jornada laboral? ¿Se redujo?

-La diferencia que hay con la crisis que nos tocó vivir en la Argentina es que acá te mandan a hacer cursos, si no hay trabajo te hacen hacer cursos on line para categorizarte.

¿Antes de irse del país tuvo otra alternativa?

-Digamos, lo que desencadenó todo fue la incertidumbre de no saber lo que iba a pasar en el país. Mi señora tenía unos dólares y la agarró el corralito, se los terminaron pasando a pesos. Fueron un montón de cosas que nos llevaron a buscar una opción afuera. La idea era quedarse unos cuatro años y ya llevamos diez.

¿Tienen ganas de volver?

-(Silencio) Cuando estábamos en Argentina pesábamos por dos, ahora tenemos que pensar por cuatro. Tenemos gemelas que están ambientadas acá, van a la escuela, hablan alemán, italiano y español. Ganas de volver a veces tenemos, más ahora que Europa está en crisis. Pero repito, no es la crisis de Argentina. Para los alemanes la crisis es que antes se iban tres semanas de vacaciones y ahora se pueden ir dos.

¿La capacidad de adaptación que tienen los argentinos no la tienen los europeos?

-No, no, nosotros las crisis las pasamos como el Ave Fenix, resurgimos.

¿Cómo es un día en su vida?

-Trabajo ocho horas, me levanto a las 6 de la mañana para llevar a las nenas a la Escuela, entro a trabajar a las 8 y salgo a las 4 cuando ellas están saliendo, y de ahí volvemos todos a la casa. Tenemos media hora para el almuerzo y como los italianos son fanáticos con el café, hacemos esos famosos quince minutos ya que religiosamente tienen que tomar café.

¿Qué hacen en los tiempos libres?

-Vamos mucho a la montaña con mi familia. Hacemos mountain bike, hay lugares donde hay piletas para la familia. Es un sitio muy lindo, es turístico para gente mayor. Vienen muchos alemanas y austríacos porque estamos muy cerca de esos dos países. Para ellos es económico y Alemania no tiene un clima tan bueno como este. El fin de semana está lleno de alemanes que traen dinero.

¿Qué añoran de nuestro país?

-Lo que más extrañamos son las amistades, si bien hicimos amigos, no es lo mismo. Acá todo es muy protocolar. En el momento que alguien viene a cenar a tu casa te llama para confirmar, te vuelve a llamar para reconfirmar, te pregunta quién va a poner el postre, el vino, tienen esas cosas. En la Argentina no es así, te tocan el timbre a las 10 de la noche y te dicen que vienen a comer. Nosotros sacamos lo que hay en la heladera y comemos.

¿Cuánto hace qué no vienen a Alberti?

-(No puede precisar si fue en el 2006, 2007, 2008) Hace bastante que no voy, ahora se complica por el tema económico y por la escuela de las nenas ya que ellas están terminando en junio y en la época que podríamos ir es en Navidad y ahí ellas tienen dos semanas de vacaciones.

¿Se extraña?

-Si bien vivía en Buenos Aires, siempre decía que trabajaba en Buenos aires pero volvía a Alberti para poder mirar más allá de los cien metros. En Alberti están mis amigos, mi familia, yo iba todos los fines de semana.

¿Qué les dice a sus hijas de Alberti?

-Ellas lo conocen muy poco, lo que les llama la atención que es un lugar espacioso. Sobre todo las veredas, acá son casi pegadas a la calle. Ahora ven las fotos, hablamos con mi mamá por Skype.

¿Qué le significa estar lejos?

-Cada uno hace una elección en su vida, en su momento decidí emigrar para probar lo que había afuera de mi país. Así como una vez me fui, el día de mañana puedo volver para llevar todo lo que aprendí acá. Todos los que estuvimos afuera, creo que hemos aprendido bastante. La mayoría de los argentinos tenemos la idea de regresar para poder desarrollar lo que aprendimos en nuestro país.
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