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26-12-2012 |
REDUCTORES DE CABEZAS |
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Cada vez es más frecuente ver el verbo “jibarizar” o su correspondiente sustantivo “jibarización” en los medios de comunicación |
Aunque el Diccionario de la RAE no registra todavía esta voz, la Academia Argentina de Letras explica que el término jibarizar significa ‘reducir, disminuir’, generalmente con connotaciones negativas, y que es un verbo bien formado que proviene de una metáfora que alude a la práctica del pueblo jíbaro de cortar las cabezas y reducirlas.
El pueblo de los Jíbaros (nombre dado por los españoles) es originario del altiplano ecuatoriano, en las fuentes del Amazonas, al norte del río Marañón y entre las cuencas del río Pastaza y el río Chinchipe.
Si por algo eran realmente conocidos y temidos, es por la capacidad que tenían de reducir las cabezas de sus enemigos.
La reducción de cabezas es una tradición ancestral que tiene gran simbolismo; y que no tiene por único objeto hacer alarde de trofeos de guerra, sino que pretende que el espíritu del muerto, el muisak, no vuelva para vengarse del asesino.
Por ello, el guerrero que mató a un enemigo debe llevar a cabo un complejo ritual, destinado a encerrar el alma del muerto en su propia cabeza, cuidadosamente reducida, llamada tsantsa. La preparación de la cabeza dura varios días y las operaciones materiales se alternan con las ceremonias mágicas. El proceso es el siguiente:
1 Lo primero es, obviamente, cortar la cabeza al enemigo.
2 Con un cuchillo se hace un corte desde la nuca al cuello, se tira de la piel y se desprende del cráneo. Se desecha el cerebro, ojos y demás partes blandas, además de todos los huesos.
3 Se mete en agua hirviendo a la que se añade jugo de liana y otras hojas, lo que evita que se caiga el pelo. Se mantiene durante unos quince minutos aproximadamente; más tiempo la ablanda demasiado y es difícil impedir que no se pudra.
4 Se saca del agua (con un tamaño aproximado de la mitad del original) y se pone a secar.
5 Se raspa la piel por dentro para quitar restos de carne y evitar el mal olor y la putrefacción y se frota por dentro y por fuera con aceite de carapa.
6 Después se cose el corte de la nuca, los ojos y la boca, de manera que queda como una bolsa, en la que se echa una piedra del tamaño de un puño o el volumen equivalente en arena caliente.
7 Se cuelga sobre el fuego para desecarla poco a poco con el humo a la vez que se le va dando forma al cuero con una piedra caliente. En este proceso la cabeza acaba de reducirse.
8 Una vez seca la cabeza se vacia la arena y se tiñe la piel de negro.
9 Luego se introduce un cordón de algodón por un agujero practicado en la parte superior de la misma y se asegura en la abertura del cuello con un nudo o un palito atravesado.
Así, con los ojos cosidos y la cabeza teñida de negro, el alma del enemigo queda atrapada en la oscuridad y ya no hay nada que temer de él ni de su venganza.
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